
Si se van terminando las aspiraciones y se acostumbra el cuerpo a las ausencias, perdiendo el miedo a la soledad, al aburrimiento, a la mediocridad, a la marginación; pretendiendo ser discreto y consiguiéndolo con el tiempo, viviendo la inercia de unos pasos cansados perdidos en Babilonia. Si convivo con el desprecio de otros y no veo lastres en la lucha que me anclan a placeres terrenales, si no puedo contener mi impotencia en las noches destinadas a alienarme, si desprecio la prudencia, si perpetro mi asesinato, si arrojo sal sobre el campo en el que han de plantarse los sueños, seré mi enemigo. Sovarine tenia razón en tantas cosas, tenia tantos motivos para luchar, tantas convicciones, que sus placeres y sus aspiraciones terrenales carecían de valor. Aprender la lección es mejor siempre tarde que nunca.
La rebeldía no es moda, no es capricho infantil, no es guay; la rebeldía conduce al dolor en uno mismo, desprecia las ofertas de mundos mejores en falsos desfogues de libertad. La revuelta lleva a la destrucción del insurrecto, pero es el único camino cuando se niega su existencia y se desprecia su valor como criatura viva, que no como persona; este modelo de sociedad nunca contempló a las personas. No se comprende, no se concibe, no existe a la vista corta del vulgo ausente; pero la rebeldía es un modo de vida y un ejercicio de dignidad coherente y razonable.
Si no puedo matar a mis demonios, ellos me mataran a mi.
Hoy esquinjer, mañana rapero, pasado rastafari y al siguiente, patriarca gitano; de ideas cero, de coherencia...
Gayofa army, Oi!
24 mayo 2009

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