
Nos han robado las estrellas, las busco constantemente entre sus días artificiales de pasadas las once. Tenían miedo a la oscuridad, refugio de los débiles y los desheredados, tenían miedo a los lobos, tenían miedo a tropezar y a la incertidumbre; querían producir, ser mas ricos, vivir mejor... y les robaron las estrellas.
Ellas siempre alimentaron los sueños de los hombres, mas allá de la linea de lo lógico, incomprensibles y eternas ventanas al pasado. Ellas pudieron ser respuestas, condensadas en mitos tan aleatorios como su orden; pudieron ser luz en noches de invierno, dibujando siluetas difusas entre la escarcha. Pero ya no son, las esconden las farolas y los edificios del capital, esas masas de hormigón que asemejan granjas de pollos y que cuestan vidas enteras no vividas.
El otro día volví a veros, a volar con vosotras al infinito, con una lágrima contenida por el espanto de no recordaros. Me han robado las oportunidades, la fe, la esperanza, el cariño, los sueños, la salud, la libertad... pero allá, a lo lejos, seguís vosotras las estrellas, tan eternas como siempre, gobernado la nada y lo ilógico, alimentando en secreto los sueños de los que aun sabemos que existís.
Me han robado mi vida, pero me quedan las estrellas; nunca me robaran las estrellas, yo se que están ahí, aunque no las vea.
30 de Junio de 2009
















